El montaje creado por Jean Claude pretende romper los esquemas mentales del espectador, partiendo de una desestabilización del espacio expositivo. La obra es una sala octogonal, basada en el espacio del mismo nombre en el Museo del Prado donde estaban ubicadas las pinturas de Velázquez.
Un habitáculo que desafía las leyes del cuadro convencional y en el cual hay que penetrar “a golpe de voluntad”; pues la borrachera, real y metafórica, bajo la cual han sido creadas estas imágenes es una herramienta para escapar de la realidad, “un derecho ancestral a escapar de nosotros mismos”, una protesta por tener “el culo demasiado pegado al suelo”, pero al mismo tiempo una forma de inspirarse y celebrar la vida.
Dice el autor “que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad”. Quizá por eso la obra que contemplamos está repleta de ambos.
“El estado de embriaguez es un estado de lucidez, pues lo rígido se vuelve flexible y lo grave se esfuma volviéndose etéreo y liviano…”.
“Mira si tengo talento, que con la pata de una araña te hago un molino de viento”.
Esta estrofa de Pata Negra define a la perfección la intención de Jean Claude al construir todo un espacio pictórico con cuatro lapiceros y unas tablas. Una obra de bajo coste en la que, bajo una técnica aparentemente clásica, el mensaje se intensifica y se nos ofrecen de modo descarnado pedazos de la realidad más cotidiana.
Juan Querol